¿Cuan amables somos con nosotros mismos cuando las cosas no salen como queremos, cuando nos enojamos, estamos tristes o nos enfermamos? ¿Como somos manejando el dolor?
Solemos tener muy poca tolerancia, en términos generales, ante situaciones dificiles como una enfermedad o ante emociones desagradables o dolorosas. Tendemos a querer huir de ellas negándolas o reprimiéndolas “a mi no me gusta esto” y las vivimos de una forma muy estresante y desagradable, no aceptándolas como algo natural, como parte del proceso de la vida. Por momentos, nuestras vidas pueden ser como una montaña rusa de emociones, pasamos de estados de alegría a estados de tristeza, de estados de negación a estados de aceptación, de positivo a negativo y así…
Cuando nos sentimos bien y nuestro estado emocional es equilibrado, todo está bien y nos sentimos felices, no queremos salir de ahí, pero cuando estamos viviendo momentos de tensión, miedo, ira u otra emoción negativa, reaccionamos negativamente a ellos y queremos escaparnos de esos momentos, queremos que esta sensación o experiencia desaparezca (entre más pronto mejor), sin darnos cuenta de que, paradójicamente, mientras más las rechazamos o negamos, más se manifiestan de una u otra forma en nosotros. Esto es algo que hacemos de mil maneras diferentes, ignorándolas o escondiéndolas bajo hábitos o un montón de distracciones. No obstante, esos sentimientos continúan ahí, incomodándonos y generándonos malestar.
El principal síntoma de una vida estresada, es el dolor. Cuando tenemos dolor, queremos que se vaya, inmediatamente. Y es entendible. El dolor es incómodo, frustrante, debilitante, y lo último que se nos ocurriría hacer cuando lo estamos padeciendo, es sentarnos a meditar, respirar o prestarle más atención. Sin embargo, esa es la premisa detrás de la atención plena, que nos invita a cambiar la perspectiva frente al dolor. De verlo como algo externo: “esto me está sucediendo y no hay nada que pueda hacer al respecto”; a verlo como algo interno: “esto me está sucediendo, pero puedo elegir cómo me relaciono con él”. Mis maestros siempre me han dicho. “Silvio, cuando estés pasando por un mal momento, quédate ahí, no te escapes, date tiempo para sentir lo que te está pasando, observa tus impulsos reactivos, recuerda que lo que sientes es pasajero, aprovecha a entenderlo antes que pase” Ser capaces de aceptar las situaciones difíciles que atravesamos precede a cualquier tipo de cambio de nuestra situación actual.
Es decir, si queremos cambiar, primero tenemos que aceptar lo que existe y ya está sucediendo. A este enfoque diferente lo llamamos “Aceptación compasiva” y consiste en aceptarnos de manera consciente a nosotros y a nuestro sufrimiento, acercándonos a él por más que lo odiemos y sintamos de miedo. La manera como el mindfulness aborda estos momentos dificiles, no es resistiendose o escapando de lo que está pasando, sino acercandose a la experiencia.
Aceptación Compasiva ante el dolor
La práctica del mindfulness nos propone acercarnos u abrazar las experiencias difíciles, –por más dolorosas que sean– y escuchar el mensaje que nos traen. Aceptar no significa resignar o abandonar, ni tampoco una actitud pasiva de autocomplacencia, todo lo contrario, recibimos las emociones con apertura, sean malas o buenas, tal cual están ocurriendo y tal cual son. Si conseguimos estar centrados en los momentos estresantes y reconocer las causas de ese estrés, habremos introducido una nueva dimensión a la situación y no tendremos que reaccionar ni reprimir nada.
Para esto es esencial familiarizarnos con nuestro funcionamiento interno, si queremos hacer cambios positivos. Así podremos pasar fácilmente del modo piloto automático o reactivo, al modo de reconocimiento consciente y actuar con resiliencia y sabiduría. Ahora, ¿cómo practicamos esto durante la meditación? ¿Cómo cultivamos esta consciencia en la vida diaria? Lo que vamos a hacer es sentarnos a meditar y prestar atención a las emociones, pensamientos y sensaciones que surgen y cada vez que sintamos una incomodidad o algún dolor, sea físico, mental o emocional, lo vamos a observar pero sin reaccionar. Observaremos de qué se trata, dónde se aloja, su intensidad, qué nos produce.
Por ejemplo, ante un dolor de cabeza podemos usar la auto-compasión y decirnos: “la cabeza me está doliendo”, “este es un momento de sufrimiento”, “sufrir es parte de la vida”, “que pueda ser amable conmigo y aceptar este dolor”. Este abordaje compasivo y sin rechazo, prestando atención de manera bondadosa y amable a nuestro dolor –en vez de afrontarlo con preocupación–, hará que la tensión y el dolor bajen y que pierdan su aguijón. Resumiendo, en la vida ocurren muchos eventos agradables y desagradables. La postura de querer controlar cada situación que nos acontece, nos coloca en un lugar de mucha presión y estrés. Pero podemos cambiar la manera como nos relacionamos con los eventos de nuestra vida, cambiando nuestra perspectiva, cultivando la aceptación y dejando espacio para que lo que tenga que pasar, pase.
A continuación te dejo una reflexión de Jeff Foster:
Deja que lo que esté viniendo, venga.
Deja que lo que esté desapareciendo, desaparezca.
No trates de rechazar lo que se está presentando.
Ya está aquí y pasará.
No trates de aferrarte a lo que está desapareciendo.
La desaparición es natural. Bendice la desaparición también.
Deja que lo que se esté quedando, se quede.
Deja que lo que esté muriendo, muera.
Deja que lo que esté viviendo, viva.
Sé el infinito espacio para todo ello.
Cada pensamiento, cada sentimiento.
Sé la presencia consciente.
Sé el océano.
Acoge cada ola.
Esto es meditación, tu ser verdadero.